El maestro... Jorge Andrés Mansueto

 "Persona sincera, sencilla…, áspera por fuera. Parco, de palabras precisas, profundas y en ocasiones, duras. Huye del elogio, la complacencia, el autobombo, las frases huecas y la expresividad sin rumbo. Se aferra al trabajo planificado, la reflexión previa, las lecciones de los grandes (Da Vinci, Monet, Spilimbergo, Salas…) y, a través del estudio de los maestros de esos maestros, a la búsqueda del rumbo propio.
No propone como ejemplo su propio trabajo. Así, sutilmente, se convierte en un modelo de referencia para la acción. Reconoce, respeta y desarrolla las capacidades específicas de cada uno de sus alumnos.
Cuenta uno de ellos que en su primer día de asistencia al taller esperó infructuosamente que le dijera “que hacer”. Finalmente y como lo hace habitualmente le dijo: “salí al balcón y dibujá lo que ves por fuera del objeto que conocés”. Indicación inicialmente paralizante pero que con el tiempo necesario permite expresar las capacidades previas, para luego, sobre ellas, organizar el trabajo personal, el que requiere de herramientas escrupulosamente elegidas. Entre ellas, las que se obtienen de las escasas indicaciones generales, pero precisas e inflexibles. “Antes de empezar disponé todos los elementos que vas utilizar en la obra”. En otros términos: pensá qué es lo que vas a hacer, cómo y con qué.
Sin lugar a dudas, sin obligar nada más que en algunas cuestiones escasa y básicas, enseña en el verdadero sentido del término, porque In-signare significa "señalar hacia", llamar la atención del alumno en un sentido determinado, para que él mismo determine la forma de observación. Cuando lo que hay que desarrollar no es la habilidad del alumno, sino sus capacidades más profundas, poco puede hacer el que enseña más que señalar tan clara y sugestivamente como puede, al objeto que hay que conocer. Y el alumno, si quiere, ingresará en ese espacio de conocimiento. Y si no quiere, se quedará afuera. Por su propia naturaleza la enseñanza no puede ser obligatoria, a diferencia de las rutinas del entrenamiento, requiere toda la atención. Y toda la atención queda en la esfera interna del que la aplica. Enseña el reverso, muestra lo que las obras ocultan antes que lo que muestran. Antes que encontrar genios del arte prefiere colaborar para que las personas plasmen, en porfía con el color, la textura y la forma, su trabajo de observación reflexiva y analítica. Antepone al trabajo a la habilidad, para evitar que el desarrollo se interrumpa en la rutinaria comodidad y los mullidos sillones de lo fácil de lo que me sale bien. Como el viejo refrán, sin prisa pero sin pausa, luego que el trabajo ha comenzado, habla como al pasar, sobre principios (el número de oro, el valor, la triada armónica…)que subyacen en una obra, donde el azar y la mera inspiración son accidentes ocasionales en el transcurso del trabajo.
Su paleta no permite el blanco o el negro, sólo colores puros, esos que recuerdan la frase de Renoir: “Una mañana, se nos acabó a todos el negro y nació el impresionismo”. Esta descripción, tiene el mismo tono que sus trabajos, guarda más de lo que muestra, sugiere más de lo que explica y manifiesta menos que lo que siente."
Ana María Carballo.

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